sábado, 21 de enero de 2012

MANDALA, de Andrés Utello

14x20, 136 pag.
Poesías (2009).

NOTA  PRELIMINAR  (del autor)

Todo lo que ha llegado hasta nosotros como civilización, fue contado alguna vez a otros hombres. Aquí es donde aparece el lenguaje como símbolo capaz de perpetuar un acto vital y mágico.
Es mediante el lenguaje poético donde todas las cosas son comprendidas e incluso aceptadas de una manera atávica y esencial. Los conceptos filosóficos, las religiones, la historia y el arte llegan después de navegar el tiempo hasta nosotros, porque alguien cantó esas cosas de manera tal que el asombro llenó de atención a esa máquina caprichosa llamada ser humano. El asombro cantó y el mundo por un instante, participa del genio de la creación.

Andrés Utello

El acto poético es una conspiración contra la barbarie. Y es el asombro el factor de renovación constante de todo lo creado. El asombro es la grama donde queremos descansar, donde uno se recuesta y finalmente contempla el mundo. Cuando nombramos las cosas cotidianamente, lo hacemos  saltando de rama en rama  en una jungla abarrotada de impresiones, cuando nombramos mecánicamente, la palabra no cumple su función y el pensamiento queda estancado en una fragmentación inútil.
La palabra poesía es todo esto. La intensidad de ver  el gesto de las cosas, la pintura que nos representa en el vaivén de lo que somos. El salto hacia el valor de la batalla.
Publicar un libro de poesía en el siglo veintiuno en la Argentina es más un hecho simbólico que un acto real. Ante una mayoría  netamente consumista  y fútil, la edición de poesía contemporánea es un salto al vacío existencial de nuestros días, es querer saltar ese vacío e intentar la construcción de un hombre nuevo.
Pocas cosas quedan tan precisas como el pensamiento poético para plantearnos el mundo que nos rodea. La tragedia antigua es la tragedia moderna, el campo de batalla es el mismo, la poesía es siempre la misma.
UN MANDALA EN LA OSCURIDAD
Cuando el egocentrismo de nuestra época cubrió la mayoría de las cosas con sus manitas deformes, yo recuerdo los  poetas antiguos reformando el mundo constantemente. Repaso en los libros a los samuráis, diestros en el arte de matar pero empeñados en acceder a la creación poética. Resuenan allá a lo lejos los versos de Catulo, Omar Kahiame o el misterioso Li Po. En la América indígena la voz de César Vallejo, de Huidobro  o Rulfo. Gracias a esos hombres celebramos la palabra. Gracias a esas voces tenemos un concepto de la verdad y de la belleza. Todo es un inmenso mandala, como la trama misma del universo lo es en sus recónditos confines, todos estamos unidos en esa trama reflejando en nuestros ojos un poco de luz, mucho de sombra.
Maravilla enorme esta de escribir un poema. De tener ganas de cantar a las cosas de este mundo, de condenar a otras al olvido. Algo del origen queda en la poesía, algo de sus dioses y sus demonios. Esto es lo que puedo hacer esta mañana de otoño, el mandala inevitablemente se completara en tus manos.

Andrés Utello
San Marcos Sierras,  2009.

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